Sepultados por las arenas del desierto, los restos arqueológicos de Nimrud fueron excavados por el arqueólogo británico Henry Layard a partir de 1845, llevándose gran parte de las piezas descubiertas a Inglaterra, posteriormente algunos museos europeos entre ellos los alemanes compraron parte de esa arqueología.
Las prospecciones egipcias, se centraron sobre todo en el área de la ciudadela, una extensión de veinte hectáreas en el interior de la ciudad, rodeada de un muro de unos ocho metros de altura, dentro de la cual se localizaba el Palacio Real de Asurnasirpal II.
Entre los monumentos más emblemáticos que se encontraron allí, había dos toros androcéfalos alados, esculpidos en piedra entre los años 883 y 859 a.C., que estaban colocados como guardianes a la entrada de la sala del trono. Esta escenografía es la que se ha reproducido acertadamente en la sala 6 del British Museum. La visión resulta impresionante, entre otras razones por el tamaño de las estatuas (3,5 m de altura por 3,7 de anchura), y por su peso, cercano a las 10 toneladas.
Los leones alados o lammasu formaban parte del grupo de criaturas híbridas características de la mitología mesopotámica. Se trataba efectivamente de animales colosales con cuerpo de toro, alas de águila y cabeza de hombre; las patas suelen terminar en cascos, como las de los toros o los caballos, pero a veces tienen garras de león. Layard sugirió que el cuerpo representaba la fuerza del animal, las alas la velocidad de las aves, y la cabeza la inteligencia humana. Los lammasu eran considerados divinidades protectoras frente a las fuerzas del mal, y su función era tanto la de proteger espacios de representación emblemática, como infundir respeto y temor a los embajadores extranjeros, mostrando el poder de la monarquía Asiria. Con ese fin se disponían, normalmente en parejas, a la entrada de los recintos reales o de los templos, acompañados de inscripciones relativas a los logros de los reyes, sus ascendientes y títulos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario