En un pueblo pequeño había un herrero que su herrería estaba en la vivienda que formaba parte de su huerto de manzanas. Observó que sus manzanas disminuian a medida que pasaban los días y llegó a la conclusión de que alguien del cercano pueblo le estaba robando tan preciada fruta. Calculó la hora de madrugada que debía llegar el ladrón y le tenía una emboscada preparada. Cogió las tenazas largas con las que movía los hierros incandescentes y se encaminó silenciosamente hasta el árbol dónde estaba encaramano el ladrón que tiraba, según arrancaba, las manzanas al suelo. Alargó las tenezas y atrapó los testículos del ladrón y le dijo:
- Dime quién eres o empiezo a apretar.
- Se hizo un silencio. Volvió a repetir la amenaza varias veces hasta que se oyó una dolorida voz diciendo:
- Soy Juan.
- ¿Qué Juan?¿el tendero? ¿el panadero? ¿el del ¿Banco?
- Por fín respondió el ladrón: ¡¡EL MUDO!!.
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