El origen de esta frase hecha viene de la confección de las famosas puñetas, tejido hilado a mano con mucha paciencia, que solía llevarse en los puños de las togas de abogados, procuradores y jueces.
Se supone que si alguien tiene que hacer puñetas, estaría muchísimo tiempo entretenido con esa paciente y artística tarea, dejándonos en paz por mucho rato.
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