Ahí tenéis un Ferrari y rojo, que al parecer es el que más se vende entre unos poco privilegiados. Es un automóvil de encargo, puede que hasta de producción personalizada e incluso algunas de sus partes, son totalmente manuales.
Es tremendamente caro, carísimo, al alcance de grandes fortunas, o de grandes herederos, o de afortunados en la lotería, o de deportistas de élite o de algún político corrupto, (porqué no decirlo, si están de moda).
La reflexión es: ¿Qué causas hacen que un objeto tan ínfimo como es un vehículo, que comienza a depreciarse nada más salir a la calle, tenga tanto valor?
Si vale eso es porque hay quien lo compra, esa sería una respuesta obvia, evidente, pero no es tan sencillo.
La razón es porque Ferrari es una MARCA y una marca mundial, es sinónimo de calidad, de excelencia y de distinción.
El precio es proporcional a la garantía de la MARCA y esta marca que hoy traigo al blog, le costó años de competir con otras similares en un mercado mundial y, seguramente, se tuvieron que hacer las cosas muy bien, para tener el nombre que hoy tiene.
Hoy en día sin MARCA, es muy difícil optar a los grandes mercados y, ojo, "Una marca cuesta muchos años de conseguir y puede que en pocos minutos se vea devaluada", por eso los esfuerzos publicitarios y la obsesión de que los más famosos y poderosos posean este vehículo, es parte de ese sobre-coste que se paga por poseerlo.
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