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Históricamente sabemos que Petra era la capital del reino Nabateo a la que sus habitantes la llamaban Raqmu y los occidentales Petra, porque viene del griego (piedra) y nos gusta más.
La fundaron los edomitas en el siglo VIII a.C.; los Nabateos la conquistan sobre el siglo VI a.C y prosperó gracias a las rutas de caravanas desde el Mar muerto transportando especias, incienso, sedas, etc, hasta Arabia, Siria y el Sur del Mediterráneo.
Es una ciudad excavada y esculpida en la piedra de la montaña y esto nos tiene que llevar a muchas reflexiones, la primera, si en la actualidad seríamos capaces de hacer una obra igual o similar, a pesar de nuestras herramientas modernas.
El conjunto monumental, a pesar de los años, la aridez y el desgaste y erosión de la zona, mantiene unas líneas arquitectónicas muy atractivas y nos dejan sin aliento al observarla desde el suelo.
Por esa razón y otras muchas, forma parte oficialmente de las sietes maravillas del mundo moderno y sus alrededores están certificados como Parque Nacional Arqueológico y está inscrita en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Llegar a Petra no es fácil, se hace a través de un camino angosto y debemos dar las gracias al explorador suizo Jean Louis Burckhardt en el año 1812, que la re-descubrió para Occidente.
La reflexión es ¿Por qué se fueron y lo abandonaron?. Existen tantas incógnitas en nuestra historia, que se merece una estudio en profundidad.
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