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jueves, 20 de junio de 2019

EL ORO DE LOS TRIGALES (CUARTA PARTE), POR CARMEN RAVASSA LAO

EL ORO DE LOS TRIGALES: (4ª Parte)
La aurora llegó, el sol apareció y Pepito fue despertado de nuevo para su penúltimo día de trabajo. Después de su desayuno, volvió a la era donde estaba amontonado todo lo que se había trillado el día anterior para proceder al cribado, operación que se ejecutaba a mano, aislando el grano de la paja y demás impurezas.
Hacía vientecillo y había que aprovecharlo antes de que amainara, los trabajadores con las orcas y más tarde con las palas, cargaban del montón e iban echándolas hacia arriba, el viento se llevaba hacia un lado la paja y el trigo que pesaba más se caía al suelo formando otro montón.

Al apretar el calor, volvieron a dejar la labor y se cobijaron en el porche como el día anterior. Antonio le explicó al nieto que esa tarea se llamaba aventar, la palabra provenía de viento, había que aprovechar éste para que se llevara la paja que no pesa nada y dejara libre el trigo. 

La paja se guardaba en los pajares, situados encima de la cuadra o en un compartimiento de la misma en la que se almacenaba para después ser distribuida a los animales en el pesebre. Por la tarde terminarían y empaquetarían la paja en paquetes llamados pacas para vender la que les sobrara, ya que servía para muchas cosas, para alimento de caballerías, para mezclarla con el barro y hacer adobes para construcción, la paja larga para su uso posterior en techumbres, cestos, atar gavillas… El abuelo se quedaba con lo que calculaba que iba a necesitar para el año.
La operación de guardar el grano en las cámaras, pone fin a la recolección propiamente dicha. Se envasaba el grano en costales a los que les cabe media fanega; la fanega es una medida de capacidad para el grano y le caben 55,5 kilos. Así envasado, se trasladaba a la cámara de las casas que habían comprado el trigo; son dependencias situadas en la parte superior de éstas o en las bodegas donde, separados por medios tabiquillos de adobes enlucidos con yeso, se encontraban los distintos compartimentos que se llaman silos o atrojes, en los que se almacenaban. Pero Antonio necesitaba el trigo y no lo iba a vender.
Le dijo a su nieto:
— Pepito, cargarse en la era los costales al hombro y subirlos a la cámara es la primera prueba de fuerza por la que pasan los mozos cuando quieren demostrar que ya son mayores, es un gesto ritual que cada año se repite de manera ancestral.
— ¿Por eso hoy los dos muchachos discutían por ver quién de ellos cargaba más sacos y los hombres se reían?
— Exacto, por eso era, querían demostrar quién de los dos tenía más fuerza.
— Pues yo cuando los vi pensé ¿serán tontos? discuten por ver quién carga más, yo hubiera preferido que otro lo hiciera por mí.
— Pues ya sabes por lo que era, cuando seas mayor ten en cuenta esto, y a ver si eres tú el que discute con los demás por ser el que más carga —le contestó el abuelo con una sonrisa que el nieto no supo descifrar.

(Continuará) Carmen Ravassa Lao.

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