Cae un burro fulminado en la puerta de la iglesia del pueblo. El animal muerto resultó que no tenía dueño por estar abandonado, por lo que al final, el Alcalde tenía que ordenar su retirada y correspondiente entierro, pero le estaba dando largas, porque el párroco ya le había insistido varias veces en que se lo llevara, le jorobaba complacerle porque no le caía nada bien el cura.
De repente, suena el teléfono en la Alcaldía y es el cura que le dice:
- Señor Alcalde ¿no piensa retirar al animal fallecido delante de la iglesia?
- Pero Padre, ¿No es el señor y su Iglesia los que tienen la obligación de cuidar de los muertos?
- ¡Así es! pero también es mi obligación avisar a los familiares de los mismos.
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