José María Rubio Martín, "el padre Rubio" nace en Dalías (Almería) en 1.864 y fallece en Aranjuez (Madrid) en 1.929. Su vida pastoral, dedicada a los pobres, es digna de estudio por su contundencia, abnegación y desprendimiento humano. De hecho, se le conoció popularmente como: "el Apóstol de Madrid" y está canonizado por la Iglesia católica. Os hablo de una vida ejemplar, que muy pocos seres humanos tenemos el valor de asumir.
Era el mayor de 13 hermanos y procedía de una familia de aparceros dalienses. Inició su vocación religiosa en el Seminario de Almería y en 1.887 es ordenado sacerdote en Madrid.
Antes de esa fecha, había estudiado Teología, Filosofía y Humanidades, pasando de Almería a Granada y de esta a Madrid, dónde acabó sus estudios, consiguiendo licenciarse como Doctor en Derecho Canónigo y Teología.
Su paso por diferentes localidades madrileñas, dejaron la impronta de su caridad y amor por el prójimo, dándo un sentido religioso y caritativo a todas sus actuaciones. Dirigió su ayuda en los suburbios de la capital, concretamente a los más humildes como: a los traperos, modistillas y todo aquel más necesitado.
Quiso ser siempre jesuita y pertenecer a dicha Orden, y lo fué casi al final de sus días. Peregrino en Roma, su apostolado fue rico en dar todo lo que recibía, no quedándose para sí nada en absoluto.
El Padre Rubio, siempre al lado de los pobres y los enfermos, se desprendía continuamente de cualquier propiedad para dársela a los demás, con lo cual vivió en la pobreza más rotunda. Fue profesor de Literatura y Filosofía en el Seminario de Madrid, lugar que tuvo que dejar por sus problemas de salud.
Lo más significativo es que curó de cáncer de pulmón a un enfermo y las habladurías populares le atribuían otros casos sobrenaturales entorno a su figura como: videncias, profecías y bilocaciones.
Tenía una frase que utilizaba como una máxima: "Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace".
Su obra la materializó organizando y fundando asociaciones religiosas para la ayuda a los necesitados como: "las Marias de los Sagrarios" o "Guardia de Honor del sagrado Corazón".
Trás su muerte acaecida, en 1.929, mientras estaba sentado en una silla de madera, es recordado por la Iglesia y señalado como un referente de santidad.
En 1.985, (56 años después de su muerte), el papa Juan Pablo II lo beatifica y lo canoniza el mismo papa en Madrid en 2.003.
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