Los niños dicen lo que piensan sin repudio, sin pensar en las consecuencias que pueden acarrear al decirlo. Dentro de su mundo de juego a las "cosas de los mayores" no le dan importancia y cuando se le preguntan dicen lo que han visto o saben.
Los borrachos en su estado de aletargamiento se desinhiben del mundo real y hablan sin reparar en las consecuencias, a diferencias de los niños, estos caen en la cuenta de lo que han dicho cuando vuelven a estar sobrios y aveces, se meten ellos solos en un compromiso.
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