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Usamos esta "frase hecha": "No hay mejor desprecio, que no hacer aprecio", para comunicar que, ante un insulto o agresión verbal, debemos actuar de forma inteligente, no haciendo el más mínimo caso a cualquier provocación.
Normalmente, quien insulta espera una reacción violenta o del mismo nivel por parte del agredido, si la respuesta es de indiferencia, no sólo el agresor no conseguirá su objetivo, sino que al no poder hacer daño moral, verá mermada su violencia y le traspasaremos su malévola intención.
En psicología y, a nivel profesional, se trabaja con modelos de autoayuda fomentando la indiferencia ante agresiones, por ejemplo en los incidentes de tráfico, ante los enfados habituales de los conductores, una sonrisa a tiempo ante el que nos increpa, evita males mayores, ya que le hacemos sentirse ridículo cuando percibe que no nos alteramos por su propósito.
El origen viene del latín y ya los romanos, practicaban estas respuestas pacíficas ante los malos modales.
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