Un ateo paseaba por un bosque lleno de vegetación y belleza y se admiraba de la gran obra de siglos que había hecho la madre naturaleza. De repente, oyó un ruido de ramas crujiendo a sus espaldas y vio con gran sobresalto a un enorme oso pardo. Salió corriendo a todo lo que daban sus piernas pero tropezó y cayó boca arriba, de hecho, el oso ya lo tenía sujeto al suelo con su pezuña, El ateo, viéndose en las últimas, exclamó ¡¡Oh, Dios mío!!, en un instante el tiempo se paró, el oso quedó inmóvil, y una voz grave que venía del cielo le dijo:
- Tú, que me negaste mucho tiempo, ¿ahora me suplicas?, ¿Esperas que te ayude? ¿debo esperar que te conviertas a mi fe?
- Señor, sería muy hipócrita por mi parte, de repente, creer en ti, ¿Podrías hacer un milagro y convertir al oso en cristiano?
- Muy bien, dijo la voz. De repente volvió el ruido, el tiempo corría de nuevo, el oso, que ya se movía, recogió sus patas, se puso de rodilla, bajó la cabeza y dijo.
- Señor, bendice este alimento que me voy a comer, amén.
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