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Una leyenda escrita en la Edad Media, de gran difusión, que fue muy popular en su época relataba que, en el siglo IX, una mujer llegó a ser Papa haciéndose pasar por hombre, durante casi dos años y medio, hasta que en una procesión (o montando a caballo, hay varias versiones) le sobrevino un parto y se descubrió la mascarada y murió en el parto o lapidada (también hay varias versiones sobre este punto).
Se trató de la "Papisa Juana", y la leyenda fue tan enorme que, incluso en obras eruditas se difundía. Tanto fue la fama de esta historia, que tuvo visos de realidad, lo que hizo que la Iglesia obligara a hacer "la prueba de la masculinidad", mediante el tacto que realizaba un diácono sobre los genitales al futuro Papa.
La prueba consitía en que el Papa, sentado en una silla especial que tenía un agujero en centro del asiento, por donde colgaban los testículos y otro agujero lateral, por dónde metía la mano el diácono para comprobarlo.
Si el Papa era varón se pronunciaba solemnemente la frase:
"Duos habet et bene pendentes (en latín ‘tiene dos y cuelgan bien’), o abreviado Testiculos habet. ó solo ¡Habet!.
El Papa Adriano VI prohibió el rito en el Siglo XVI. Oficialmente en la lista de Papas no existe ningún nombre de mujer, aunque en varios escritos, se dice que pudo haber tomado el nombre de Benedicto III o Juan VIII.
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