Coincide en una visita a sus orígenes un afamado sacerdote del Vaticano, originario del pueblo, con un paisano de su infancia y, tras saludarse, el paisano le expresa su inquietud.
- Pues verás Pater, resulta que llevamos 5 años casados y no vienen los hijos, y no se ya que hacer, además de informarme, estamos yendo a médicos y esto es una ruina.
- Mira, ten fe, yo la tengo y precisamente vuelvo a Roma en unos días y pondré una vela a San Pedro en su capilla, que me concede todo, para que podáis tener descendencia.
- Pasado unos años. El cura vuelve al pueblo y se encuentra a la esposa de su amigo de la infancia.
- Hola, Magdalena, ¿Habéis tenido ya hijos?
- Si, si, y seis mellizos a pares, desde que usted encendió la vela en Roma.
- ¡Bendito sea el Señor!¡Qué maravilla! y ¿Dónde está mi buena amigo?
- Pues camino de Roma a ver si puede apagar la vela que usted encendió.
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