Lo prometido en las 'capitulaciones' firmadas un siglo antes por los Reyes Católicos, no se cumple ya que la permisión de que los árabes siguieran en la Península a cambio de su conversión no funcionó.
Los moriscos eran mayoría en muchas regiones como las Alpujarras y demandaban derechos e igualdades con los cristianos; allí se levantó Abén Humeya de origen cristiano (Fernando Valor, convertido al Islam) y conquistan Vera y Purchena y atacan Cuevas del Almanzora. Abén Humeya creó una Casa Real con vocación dinástica, lo que a Felipe II le alerta.
Cuando se reconquistan las plazas de la mano de Don Juan de Austria mandado a ese fin por Felipe II, y se da paso a la expulsión de Almería de los moriscos que fue acabada años más tarde durante el reinado de Felipe III.
En Níjar se dieron los sucesos muy sangrientos conocidos como la matanza de Inox.
En la Navidad de 1569 cientos de familias moriscas se refugiaron en el castillo morisco de Inox cercano a Níjar y un ejército de mercenarios los derrota y esclaviza a 3000 moriscos, además de un gran botín, mujeres, niños.
Lo lamentable de estas guerras tuvo como resultado que la pobreza se adueñó de la Provincia.
Con la multitudinaria marcha por la expulsión de los moriscos nació una época oscura de desolación de casi un siglo ya que duró hasta mediado el Siglo XVII; marcharon los que habían enseñado a tejer, a cultivar, el regadío, las artes, la geometría, matemáticas, la carpintería, etc, fue un desastre social que dejó la Provincia desierta, Mojácar, Níjar e incluso Almería que redujo su población en 7000 personas, que para el siglo XVI, era mucho.
Los intentos de repoblación cristiano no surtieron efectos y además, una serie de terremotos, amén de ataques costeros berberisco, e incluso desembarcos poco amistosos de los ingleses, sembraron un panorama de que cien años más tarde aún no se había recuperado.
Digno de mención de este período, es que entre guerras, Abén Humeya fundó en Purchena unos juegos deportivos y culturales conmemorativos del nombramiento de la ciudad como cabeza del Valle del Almanzora. Estos juegos fueron alabados en el Siglo XX por el Comité Olímpico Internacional y por su Presidente, entonces, Don Juan Antonio Samaranch.
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